Lav ganó el Leopardo de Oro con esta obra: un épico recuerdo de un periodo de transición que marcó el traumático Gobierno del dictador Ferdinand Marcos. La película se despliega lentamente y de un modo cada vez más complejo, siendo esta una obra política y emocional de cinco horas y media.
El maestro filipino entrelaza una historia de buscadores de tesoros con el relato de una mujer a la deriva que debe aceptar una mente y un cuerpo heridos. El extraordinario trabajo de cámara en mano captura hasta el más mínimo detalle, llevando las luchas de la vida a la cruda realidad.
Como los mejores novelistas del siglo XIX, Lav Díaz es un genio entrelazando múltiples historias. Aquí consigue crear un lienzo con multitud de personajes, paisajes, luchas sociales y políticas. En esta obra maestra, gracias un gran arco narrativo, tres hilos opuestos entre sí acaban en paralelo.
La narración de Lav Diaz, de una paciencia majestuosa, es el perfecto ejemplo de lo inusuales que son sus documentales. Aquí la devastación histórica y psíquica de sus dramas se vuelve increíblemente física cuando se enfoca en los detritos y la supervivencia de los niños después del tifón Yolanda.
Uno de los aspectos cruciales del cine de Lav Díaz es el deseo (o, más probable, la necesidad) de conectar el Filipinas del pasado colonial con el Filipinas actual. Esta obra hace exactamente eso: un retrato del hoy visto a través de los ojos de la historia de un país.