En el Blue Boy Bar de Berlín, jóvenes de Europa del Este se sientan y hablan sobre su trabajo. Son trabajadores sexuales. Nosotros los miramos y ellos nos miran.
Al ver a trabajadores sexuales escuchar sus propias experiencias mientras nos miran, Blue Boy crea un triángulo entre la cámara, el sujeto y el espectador. Manuel Abramovich nos sumerge en las complejidades del comercio sexual con un dispositivo narrativo ingenioso y magníficamente eficaz.