En una playa urbana, multitudes de personas fluyen como la marea, llenándola de día y vaciándola de noche en un ciclo interminable. Esta obra de arte fluye de persona a persona siguiendo un hilo subconsciente en el que sonido y lenguaje crean el tejido conector.
Himnos de voces generadas con IA envuelven este corto de Doug Aitken, un punto de encuentro fílmico entre naturaleza y tecnología donde, aunque el destello de las pantallas de los móviles quizá haya reemplazado las estrellas de la vía láctea, Venice Beach aún zumba con una vibrante actividad humana.